Tegucigalpa, Honduras.- La abogada constitucionalista Ruth Lafosse advirtió con
preocupación que la actual crisis institucional entre el Consejo Nacional
Electoral (CNE) y el Tribunal de Justicia Electoral (TJE) representa una grave
amenaza al estado de derecho y a la supremacía constitucional en Honduras, tras
la decisión del CNE de no acatar un fallo firme del TJE sobre la inscripción
del candidato Jorge Cálix y Cristian Villalobos.
“Lo que
estamos viviendo, la sensación que tenemos es que la ley está muriendo frente a
nuestros ojos. No encuentro las palabras para describirlo”, expresó Lafosse,
por lo que calificó como una “ruptura institucional sin precedentes”.
La jurista
explicó que el TJE es el único órgano creado constitucionalmente para impartir
justicia electoral, y que su desacato por parte del CNE constituye una
violación directa al principio de supremacía constitucional, contemplado en los
artículos 320 y 321 de la Carta Magna.
“Cuando el
Consejo Nacional Electoral no cumple con un fallo firme del Tribunal de
Justicia Electoral, comete una violación directa al principio de supremacía
constitucional. Esa omisión puede derivar en responsabilidades administrativas
o penales, según corresponda”, afirmó.
Lafosse
subrayó que la obediencia a una resolución judicial firme no se discute ni se
delibera, y que negarse a cumplirla equivale a usurpar competencias de un poder
jurisdiccional.
“La
obediencia no se discute, la obediencia no se delibera; se cumple. Si no se
cumple, prácticamente se está usurpando el poder. En esta crisis electoral se
está extinguiendo, de alguna manera, el derecho de quienes exigieron su
participación en el proceso”, sostuvo.
La abogada
consideró que el desacato al TJE podría incluso constituir un delito contra la
forma de gobierno, al alterar el orden constitucional y el principio de
soberanía popular establecido en el artículo 2 de la Constitución, que prohíbe
a cualquier autoridad delimitar, extinguir o usurpar el poder soberano del
pueblo.
Lafosse
concluyó señalando que el país atraviesa un momento crítico y que la única
salida posible es el respeto irrestricto al orden constitucional y a las
resoluciones judiciales porque, aunque las mismas no gusten si son dictadas por
un tribunal deben cumplirse, como base mínima de la convivencia democrática.

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