Bonasse
(Trinidad y Tobago) – Los pescadores del sur de Trinidad y Tobago ven sus medios de
subsistencia en riesgo a medida que aumentan las tensiones entre Estados Unidos
y Venezuela en aguas del Caribe pero, a pesar de los peligros, necesitan
echarse al mar para sobrevivir.
Con los
buques de guerra estadounidenses intensificando sus operaciones contra los
cárteles de drogas en la región y la Guardia Nacional de Venezuela reafirmando
su presencia en la zona, que es también blanco de ataques de piratas, los
pescadores locales afirman a EFE que el mar se ha vuelto traicionero.
Dos veces
esta semana, pescadores de las aldeas costeras de Bonasse y Fullarton, en
Cedros, reportaron haber sido interceptados -a veces por piratas, a veces por
fuerzas oficiales-, lo que los dejó conmocionados y preguntándose si podrán
mantener a sus familias.
Raeish
Ramdass cuenta que estaba pescando a unos 800 metros del puerto pesquero de
Bonasse cuando hombres enmascarados se acercaron a su embarcación. Aunque se
alejaron a toda velocidad al aproximarse la lancha de la Guardia Costera
trinitense, la tripulación quedó atemorizada.
«Cada vez
que salimos, no sabemos si regresaremos», lamenta Ramdass, quien apunta que
algunos pescadores ya han recurrido a trabajos en tierra para sobrevivir, pero
la situación es difícil.
En el
pueblo de Bonasse operan más de 150 pescadores mientras que, en Fullarton, la
cifra supera los 200, siendo la pesca un importante motor económico de la zona,
que se lleva a cabo en el mar Caribe, el golfo de Paria y el Canal de Colón.
La
situación se ha agravado con la crisis entre Venezuela y EE. UU. y algunos
pescadores, como Shazime Mohammed, culpan directamente a la política
estadounidense del presidente Donald Trump.
Víctimas de
un conflicto geopolítico que no han provocado
«La culpa
es de Trump. Estados Unidos es el mayor dictador. Quiere el petróleo de
Venezuela, ¿y quién tiene que sufrir? Los pescadores de Cedros», asevera
Mohammed.
Washington
ha acusado a Caracas de albergar y beneficiarse de las redes de narcotráfico,
lo que ha provocado un aumento de las patrullas navales estadounidenses en
aguas caribeñas, así como un refuerzo de la vigilancia marítima por parte de
Venezuela.
A esto se
suma que el Gobierno trinitense de Kamla Persad-Bissessar se ha posicionado del
lado de Trump. La primera ministra anunció esta semana que no buscará los
cuerpos de los presuntos narcotraficantes fallecidos en un ataque
estadounidense y que deportará a 200 presos venezolanos de sus cárceles.
«No
desperdiciaremos nuestros recursos buscando esos cuerpos. Los recursos de
nuestra Guardia Costera serán usados para proteger nuestras fronteras», aseguró
Persad-Bissessar, quien días antes había llamado a eliminar «violentamente» a
los narcotraficantes.
En
respuesta, el titular de Interior de Venezuela, Diosdado Cabello, acusó a
Persad-Bissessar de tener «muchísima responsabilidad» en el reciente ataque de
EE. UU. y de «condenar a muerte a cualquier pescador de Trinidad, de Tobago, de
Venezuela».
Asumen los
riesgos en busca de mejor pesca
Pese a esta
situación y a las amenazas de la Guardia Costera y la Guardia Nacional, muchos
pescadores trinitenses como Marlon Sookoo prefieren arriesgarse debido a que
las aguas cercanas a Venezuela son mejores para la pesca.
Sookoo
explica a EFE que las aguas poco profundas frente a la costa de Trinidad
ofrecen capturas limitadas, pero las aguas cercanas al río Orinoco de Venezuela
son una zona de desove para una gran variedad de especies, lo que las hace
mucho más abundantes.
Este
pescador y su tripulación vivieron un incidente este mes en el que hombres
enmascarados les obligaron a cortar y abandonar sus redes, a pesar de
encontrarse dentro de las aguas territoriales de Trinidad.
«No tengo
miedo. Pase lo que pase, así es como sobrevivimos. Así es como cuidamos de
nuestras familias. Tenemos que pescar cerca de la frontera», zanja Sookoo,
quien en 2015 recibió un disparo en la mano en un ataque pirata. EFE

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