París.- Ha sido necesario que cumpla sus 28 años para que Ousmane
Dembélé, señalado desde que tenía 6 como uno de los mayores talentos del fútbol
francés, obtenga el premio individual más perseguido del fútbol mundial, una
coronación retrasada por la inconsistencia de su fútbol, que el jugador superó
la pasada campaña.
El nuevo
Balón de Oro ha completado la mejor campaña de su carrera cuando ya mucha gente
había dejado de considerarle estrella, situado desde hace años en la casilla de
gran jugador a la que había sido relegado tras años de irregularidades en su
juego.
Talento
precoz, el oriundo de Normandía, donde creció en un barrio deprimido de los
arrabales de Evreux, en medio de bloques de viviendas que alojan familias
modestas, vio pronto en el fútbol el sueño de su vida.
Hijo de un
padre senegalés que apenas se ocupó de él, educado por su madre, de origen
mauritano, desde que apenas tenía 6 años Ousmane Dembélé golpeaba sin cesar la
pelota frente a los frontones del barrio de La Madeleine donde creció y donde
dio sus primeros pasos en el fútbol
A los 13
aterrizó en el centro de formación del Rennes, el gran equipo de la vecina
Bretaña, propiedad de la familia Pinault, una de las más ricas del país. Pese a
su corta edad, Dembélé mostró una gran personalidad al elegir ese club que le
alejaba de su familia y en contra de los consejos que muchos le daban para
quedarse en Normandía.
Fue la
primera vez que joven talento enseñaba sus garras en un mundo donde con
frecuencia a esas edades apenas muestran sus deseos. Y no fue la última.
Su decisión
hizo que su madre y sus cuatro hermanos, todos menores, se trasladaran a Rennes
y allí empezó su meteórica ascensión.
De la mano de
Philippe Montanier dio el salto al primer equipo en 2015, con 17 años y en poco
más de una temporada su nombre aparecía en la agenda de grandes clubes
europeos, aunque de nuevo fue el futbolista quien forzó la situación para
firmar por el Borussia Dortmund en 2016.
En pleno
terremoto por la salida de Neymar, el Barcelona desembolsó al año siguiente 105
millones de euros por hacerse con el jugador, que una vez más mantuvo un pulso
con el equipo alemán para conseguir su salida.
Durante unos
días fue el francés más caro hasta que el PSG pagó al Mónaco 150 millones por
Kylian Mbappé. Un nombre cuya carrera va aparejada a la de Dembélé y que, con
frecuencia le ha superado.
Así fue en
selección, a la que ambos llegaron con grandes promesas. Pero mientras que el
hoy madridista fue una pieza clave de la conquista del Mundial de 2018, la
participación del entonces barcelonista fue testimonial.
Como su paso
por el Camp Nou, ensombrecido por su carácter indolente, que no consiguió
encandilar a la grada y que solo en la etapa final, con Xavi Hernández en el
banquillo, se convirtió en imprescindible para el técnico.
Justo el
momento en el que decidió dar el salto al PSG, donde se reencontró en un primer
momento con la alargada sombra de Mbappé, lo que ayudó a una transición más
suave.
Con la salida
de su amigo, los focos se proyectaron sobre su figura, obligado a dar un paso
al frente por el nuevo entrenador, Luis Enrique, que tras haber mantenido un
pulso inicial con él, le encontró un nuevo puesto, el de delantero centro.
Una decisión
que le llevó a completar la mejor temporada de su carrera y que llevó al club a
conseguir su año más exitoso, consiguiendo por fin la Liga de Campeones que
desde su llegada en 2011 perseguían los propietarios cataríes.
Dembélé, la
promesa precoz, la estrella inacabada, completo un año excepcional que le ha
propulsado a un Balón de Oro que muchos consideran controvertido, pero que
corona la carrera de un jugador que ahora tendrá que confirmar que está a la
altura del premio. EFE

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