Madrid – Los biosensores nanofotónicos ultrasensibles son diminutas
«máquinas» -toda la estructura se sujeta con la punta de dos dedos- que
permiten el diagnóstico precoz de infecciones ultrarresistentes, pero también
de cánceres como el de ovario, en pocos minutos y tan solo a partir de una gota
de muestra del paciente.
En «fase
precomercial», estos pequeños dispositivos se desarrollan, construyen y prueban
en el laboratorio de la doctora Laura M. Lechuga, investigadora del Consejo
Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) español y directora del grupo de
Nanobiosensores y Aplicaciones Bioanalíticas en el Instituto Catalán de
Nanociencia y Nanotecnología (ICN2).
Lechuga, que
recibió recientemente el Premio Fundación Lilly de Investigación Biomédica
Preclínica 2025, habla con EFE del beneficio para los pacientes de estos
biosensores «muy poco invasivos» que utilizan luz; de los biomarcadores que
rastrean para el diagnóstico; y de cuándo llegarían a la práctica clínica.
Para lograr
esto último es necesaria una mayor implicación de las empresas. «Los
investigadores no podemos hacerlo todo», afirma la científica, referente
internacional en el ámbito del nanodiagnóstico.
PREGUNTA: ¿Qué son los biosensores nanofotónicos y desde cuándo
se investigan?
RESPUESTA: La
tecnología de los biosensores no es nueva, surgió en los años 60. El biosensor
más conocido, el más paradigmático, es el que usan las personas con diabetes
para medir sus niveles de glucosa. Este y todos utilizan una parte física, que
en mi caso es un sensor nanofotónico, y luego un receptor biológico totalmente
selectivo, es decir, aquel que atrapa lo que quieres analizar, ya sean virus,
bacterias, una proteína o la glucosa.
Lo que
manejamos en mi laboratorio es muy parecido a los circuitos integrados que
están en móviles, teléfonos o coches, pero en lugar de circular por ellos
electrones pasan fotones (la luz es la encargada de interaccionar con las
biomoléculas).
Los chips de
silicio que empleamos miden unos centímetros y dentro llevan grabados hasta 20
biosensores en paralelo; cada uno de ellos mide de ancho 3 micras y de alto
unos pocos nanómetros. Y todo va envuelto en una carcasa de pocos centímetros.
Esta tecnología se lleva investigando unos 25 años.
P: ¿Cómo se usan?
R: A
diferencia de las actuales técnicas, una de las cosas más interesantes de estos
dispositivos miniaturizados es que solo necesitan una muestra mínima, una gota
de sangre, saliva, sudor u orina -dependiendo de la enfermedad-. Es un método
casi no invasivo para el paciente, con el que se obtienen resultados en
minutos.
P: ¿Qué aplicaciones tienen?
R: Una de las
principales vías que investigamos es la detección rápida de infecciones. Estos
dispositivos son capaces de detectar, en cuestión de minutos, infecciones
bacterianas, virales o fúngicas con una sensibilidad extraordinaria. Con
nuestros biosensores existiría la posibilidad de llegar a urgencias y que te
hagan el test en ese momento, pudiendo ver qué tipo de infección tienes y, si
es bacteriana, qué tipo de bacteria es la culpable. Pero no sólo, también
podrían identificar el perfil de resistencia a los antibióticos.
Esto tiene
muchísimas ventajas, sobre todo la rapidez ya que ayuda a tomar decisiones
informadas a los médicos sobre el mejor tratamiento.
P: Además de para infecciones, usted ha desarrollado tecnología
para el diagnóstico del cáncer. ¿Para qué tipo de tumores?
R: En
realidad los biosensores nanofotónicos servirían para todo tipo de cáncer, pero
estamos centrados en ovario y pulmón, dos tumores difíciles de diagnosticar en
un estado precoz. Hemos construido biosensores capaces de identificar
biomarcadores epigenéticos, marcas moleculares en el ADN que pueden indicar
presencia de enfermedad -esas señales químicas modifican la forma (no la
secuencia) en la que se comportan los genes-.
Estos
biomarcadores -como microARNs o alteraciones en la metilación del ADN- están
asociados a pequeños cambios que suceden en las células cuando se vuelven
cancerosas, y lo más interesante es que sabemos que se producen cuando está
comenzando el proceso tumoral. Si somos capaces de captarlos podríamos entonces
hacer un diagnóstico precoz. Y eso es lo que consiguen los biosensores.
P: ¿En qué estado está su investigación?
R: Lo que
hacemos es investigación muy aplicada, muy de transferencia tecnológica. Los
dispositivos, digamos, están casi en nivel precomercial, validados con un gran
número de muestras de pacientes y preparados para ser usados en emplazamientos
reales. Pero para entrar en la fase comercial definitiva, además de las
regulaciones de las agencias, hay que tener una empresa que los fabrique a
escala industrial y, además, todos iguales. Son muchos los pasos que hay que
dar y no nos corresponden a los científicos.
Nosotros
hacemos toda la ciencia, toda la tecnología, llegamos a pasos muy avanzados de
transferencia, pero esto lo tienen que hacer las empresas. Y aquí es, quizás,
donde falla el engranaje.
P: Para que no lo haga todo el científico, ¿cuál es el modelo?
R: Debe
existir un equipo de transferencia de tecnología que realmente sepa hacerlo,
bien formado, y no ahondar en un modelo en el que todas esas oficinas de
transferencia que existen «ayudan» a los científicos. Yo no quiero que me
ayudes, sino que lo hagas tú, que busques a las empresas y hagas tú el negocio. EFE

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